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En
contrapuestas y superpuestas áreas gubernamentales se tironean el preciado
botín de más de 6.000 administradores y 80.000 consorcios. Tanto a nivel
nacional como local, tendremos administradores con estériles sellos y
certificados que garantizarán sus desempeños, honestidad e idoneidad según
afirman nuestros representantes democráticos.
La solución
política aplicada por el sector Legislativo para poner fin a lo que ellos
llaman: falta de información, de transparencia, de prácticas dolosas, de
vació legal y otras problemáticas en la convivencia consorcial entre
propietarios, administradores y proveedores, ha sido la de asumir el papel de
autoridad o árbitros competentes en solucionar conflictos por vía de la
registración y el ineludible contralor.
Esta necesidad de
ocupar espacios de poder, en la gestión gubernamental, no es casual que se de
en tiempos del "que se vayan todos " donde la ciudadanía ha
emitido un mensaje de desconfianza hacia los sectores políticos.
El número de 75% de
habitantes que viven en consorcios es tentador para aquellos que suelen, con
calculadora en mano, sumar "propietarios = votos",
lamentablemente este proceso de normalización y regulación encalló dentro de
la estructura del Poder Legislativo, que no está preparada para una
participación activa de la ciudadanía en la formulación de leyes, o en el
veto de sus decisiones, ya que la
escasa confianza entre gobernantes y gobernados no da lugar a formas
alternativas de participación, ni al mejor aprovechamiento de las existentes.
En estos largos años
de silencio Legislativo, en el estudio de la problemática consorcial,
descubrimos muchos proyectos legales para la solución del conflicto, careciendo
todos de un sustento "marco " que incluya a toda la comunidad
consorcial, sólo vemos respuestas, que al decir de los juristas, son simples
maquillajes que
se agravan por la creciente pérdida de legitimidad gubernamental y hasta de las
propias instituciones democráticas que tampoco son percibidas como eficientes,
son vistas más bien como engranajes
cerrados, ocupados por personas que quieren obtener cargos públicos y que
tienen un grado muy bajo de confianza
ciudadana.
En temas complejos y
delicados, como son la convivencia y la gestión del patrimonio consorcial, la
concertación entre los integrantes tendría que ser mucho más ordenada -en
cuanto a representatividad de los actores, mecanismos de diálogo, transparencia
y firmeza de los compromisos- para lograr su cometido de remover obstáculos
para la toma de grandes decisiones, como puede ser una ley que regule la
actividad de dos particulares como son el copropietario y el administrador.
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Son los actos de los
hombres los que deciden cada día cuál es el proyecto en común, en el ámbito
de la copropiedad, esto es lo que los funcionarios públicos no entienden y
avasallan los derechos individuales y sociales como lo vienen haciendo con
nuestros ahorros por citar sólo un ejemplo. No se puede hacer ingresar por la
puerta de alguna subsecretaria a propietarios, administradores y proveedores
para llenar burocráticos registros creando superfluos organismos y justificar
así sueldos, cargos públicos y gastos estatales, porque no sólo se traducirán
en aumentos de las expensas sino en más abultadas tributaciones.
Lo concreto es que
"el 93 por ciento de la población desconfía de los políticos, a
quienes considera corruptos, incapaces y los acusa de incumplir con sus promesas
" este es el dato que reveló un informe sobre la democracia en la
Argentina elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y
no menos importante es que el propietario parece
en efecto más inclinado a "cuidar su jardín ", dejando en
manos de otros su representación, que a involucrarse personalmente en la
gestión de los asuntos públicos y comunes y hoy se encuentra anárquico en sus
desestructuradas organizaciones que no se involucran en los ámbitos de
decisión y sólo hacen "leña del árbol caído ".
Me pregunto si no es
hora de realizar, en conjunto, un sinceramiento crítico acerca de las
responsabilidades, tanto técnicas como políticas, de aquellos que ocupan
lugares en diferentes instancias del poder y hacer nuestro propio ejercicio
examinador en cuanto a la necesaria participación y a una más precisa y eficaz
organización, que pueda darnos mejor legitimidad en la defensa de los derechos
Ariel Rosales
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