Nota
de autor
Las
voces del silencio
Tal
vez uno de los momentos más gratos de la semana se produce el domingo cuando
tiramos el diario sobre la mesa en nuestra confitería favorita y nos
aprestamos a desayunar. Está por comenzar, por lo menos en mi caso, el único
momento de la semana que, tranquilo, puedo disfrutar de un buen café con
leche, alguna media luna y la lectura de las noticias de actualidad junto a
las más importantes de la semana.
Los
detalles de la guerra de EEUU e Irak van desfilando por las primeras hojas: un
tanque de guerra gasta 400 litros de nafta por hora... la foto de un bebe
quemado por una bomba no más inteligente que el que la mandó tirar... los
restos retorcidos de un taxi que se llevó consigo un pedazo del sueño del
conquistador... imágenes desoladoras de un drama que se produce en un yermo
pedazo de arena no mas grande que la provincia de Buenos Aires que tiene la
desgracia de poseer algo que otros codician.
Sin
embargo entre tanta noticia bélica hay una que se destacó: Al Jazeera,
la principal cadena televisiva árabe, se encuentra acusada por los
norteamericanos que están a favor de la guerra de estar "trabajando para
el enemigo". Las acusaciones se desataron en la ciudad de Washington
cuando trasmitió imágenes de prisioneros de guerra norteamericanos siendo
interrogados por militares iraquíes y varios cadáveres de soldados
británicos. Sin embargo el público que está en contra de la invasión
consideran "que el trabajo que realizan es excelente y que están
mostrando la realidad". Es notable que en ningún momento se cuestiona la
veracidad de la información. Lo que molesta es la difusión de los hechos que
se quieren ocultar porque en ese momento hay que rendir cuentas. En
este caso las cuentas son políticas y al presidente George W. Bush
cada vez le resulta más complejo explicar por qué se demora tanto la prometida
fácil victoria al punto que en los principales y más influyentes medios
norteamericanos comienzan a alzarse voces críticas contra el optimismo
oficial.
También
los kuwaitíes y los sauditas, de entre los países árabes, están molestos con
la cadena Al Jaseera. El gobierno de Kuwuait se enojó cuando este medio dijo
que con la llegada de los aliados ese país había perdido el control de un
tercio de su territorio y los sauditas se resintieron cuando se publicó una
escandalosa historia que comprometía a una princesa de ese país.
Paré
de leer.
A
través de la ventana del bar se veía el tráfico típico de nuestra ciudad un
domingo por la mañana. El día estaba nublado y la pesadez del calor había
cedido con las lluvias del día anterior.
Me
quedé pensando que en el mundo que nosotros vivimos, en nuestra Argentina de
hoy, no es tan diferente. Hay pocas personas que frente a acusaciones de
corrupción o deshonestidad, ya sean explícitas o veladas que se puedan leer
en los medios, realizan su descargo contra el que las hace. La mayoría (y lo
hemos visto hasta el hartazgo) se sienten atacados por el mismo medio que las
publica.
No
hace mucho un conocido pediatra amenazó con demandas judiciales contra la
producción del programa que denunció las oscuras prácticas que realizaban
los miembros de su equipo ante su impotencia por no poder desmentir lo que las
cámaras ocultas mostraban. Y antes que eso son innumerables los casos de
políticos corruptos que amenazaron con venganzas contra sus acusadores y los
medios que las publicaron sin poder (ni remotamente) demostrar la legitimidad
de sus abultados patrimonios.
Así
llegamos al punto que ya nadie le cree a nadie dejando la consigna "que
se vayan todos" como la única posible que puede prosperar dentro de
nuestra sociedad aun sabiendo que los que "van llegando" siguen
haciendo las mismas prácticas de los que "se van yendo".
Todo
el mundo sabe que cuando no hay una respuesta clara, firme y puntual a una
acusación "algo debe haber" y que todos los intentos de acallar a
los que la divulgan o descalificar a los acusadores son sólo eso: intentos
desesperados de embarrar la cancha.
No
es fácil ser un medio independiente en el mundo de hoy. Todo el mundo quiere
saber exactamente qué pasa en él y recibir las noticias más fidedignas y
precisas posible, salvo que se trate sobre ellos mismos y sus "poco
santos" negocios.
En
el bar ya no quedaba mucha gente. De la cocina llegaba el olor de las especies
que denunciaban los preparativos para los almuerzos del mediodía.
Pagué
la cuenta y me volví a casa
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Fuente:
Clarín - 30/3/2003
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