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Correo de Opinión ¿Quién cuida a los consorcistas? por la Sra. Isabel Camerano Hace aproximadamente 40 años atrás vivir en un edificio de propiedad horizontal calificaba a sus moradores por los servicios a los que podía acceder por una paga mensual y no cualquier trabajador tenía esa posibilidad. En ese tiempo los barrios de casas bajas eran mayoritarios en Buenos Aires y los esqueletos que penetraban el cielo eran la novedad que nos dejaban atónitos cuando competían en altura. En el andar, se fue democratizando esa posibilidad y familias de clase media accedieron a ellos y, posteriormente, numerosos trabajadores de distinta clase social gozaron de esa posibilidad de vida que eligieron porque consideraron más beneficiosa. Esto también trajo más trabajo, más encargados de edificios, más ventas de productos y servicios etc, sería largo de enumerar y es por todos conocidos. Frente a ésta creación del ser humano se levantan los dueños de la verdad, los organismos supuestamente creados para amparar, así los sindicatos que agrupan a los encargados, los legisladores que representan a la ciudad y los que se vienen, como el colegio de administradores, todos se sienten los dueños del motor de la sociedad, y destruyen al individuo y a la sociedad que lo contiene. Cada vez se huye más de habitar un inmueble con expensas, o por lo menos se averiguan los costos hasta alejarse de los que se esfuerzan por estar en mejores condiciones resignando calidad por costo. Hoy el SUTERH está generando que se quiera salir de la figura del encargado típico, impone sueldos sin discusión de partes, y ha logrado elevar a costa de los consorcistas, sueldos que muchos de los que viven en el edificio no lo logran, aún siendo profesionales. El problema no hay que trasladarlo a los que no llegan a recibir esos sueldos, no lo reciben porque pocos disponen de un asociación que imponga lo que se le de la gana y nadie se atreva a enfrentarla. La sociedad, en general, vive otra realidad. Esos sindicalistas, a pesar de ser advertidos por la máxima autoridad política, la desafían en una demostración de soberbia mal habida. Los gastos que generaron los legisladores con sus leyes son reprochables. Por ejemplo, un certificado de seguridad de edificio sale $ 2.500. La pregunta deviene ineludible: después de todos los impuestos que pagamos los consorcistas ¿no merecíamos un sistema de control a cargo del Estado? o por lo menos que dejen de cobrarnos lo que no nos prestan. Pero esta sociedad hoy por hoy está sometida, el país pretende gobernarse como si fuera una casa privada, la justicia ha quedado relegada y los que llegan a los lugares de conducción en organizaciones intermedias se sienten sus dueños absolutos, frente a ésto el individuo está pensando a no olvidar, como decía un importante político, que los pueblos son como los gatos: cuando los acorralan, son impredecibles. Los consorcistas deberíamos reunirnos a pensar.
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