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Correo de Opinión El universo consorcial visto desde la óptica del Tarot por el Adm. Gustavo O. Karcher El Tarot, antiguo juego de naipes utilizado para la adivinación, encierra en sí significados milenarios que atraen por su aura de misterio y encanto. El mismo está constituido por 22 arcanos mayores o "triunfos" y 56 menores divididos en cuatro especies o "palos" que a la vez representan los 4 elementos: fuego, tierra, agua y aire (bastos, oros, copas y espadas). Según sus estudiosos (entre los que se contaba el famoso psicólogo Carl Gustav Jung), sus 78 barajas son un medio arquetípico a través del cual el universo se expresa a través de un lenguaje simbólico, en tanto cada arquetipo no es otra cosa que un significante del inconciente colectivo de la humanidad. Vale decir que todo en la vida puede ser visto de modo vulgar o arquetípico; directo o sublime; básico mun-dano o trascendental. En base a estos principios, me tomaré el atrevimiento de relacionar el Tarot al universo consorcial, a fin de contribuir -desde una óptica diferente- al entendimiento de aquello que las propias leyes del derecho (por sus obvias limitaciones formales), nunca alcanzarán a expresar: "el espíritu de la colmena" y las fuerzas ocultas que conformándola y dándole vida, hacen a la esencia del Factor Humano. La identidad del consorcio El Consorcio es una entidad "ideal", conformada por la voluntad de sus partes constitutivas. En términos concretos y materiales, "no existe": nadie puede verlo ni tocarlo; nadie puede interactuar directamente con él como no sea a través de un tercero que lo represente; ya que no es cosa corpórea (corpus) sino una expresión anímica (animus) de voluntades reunidas en base a un denominador común: la convivencia forzosa de sujetos en una división edilicia construida sobre la superposición de planos horizontales, en un lugar específico que a la vez es de todos y no es de nadie en particular (terreno y estructuras) en copropiedad y condominio. Pero su inexistencia material es sólo una apariencia. Ya que como entidad ideal "es"; sólo que no tiene autonomía de la voluntad como el resto de los seres vivos, en tanto sí tiene un nombre, tiene un documento de identidad exclusivo (el Reglamento de Copropiedad y Administración); un Nº de documento (el Folio Real o "FR" donde está inscrito el citado reglamento); una dirección postal que es donde está asentado el edificio; y hasta tiene un patrimonio independiente del que tiene cada uno de sus integrantes. También (como todo sujeto jurídico) adquiere derechos y contrae obligaciones, en tanto tiene una personalidad distinta de los copropietarios que lo conforman, aunque limitada. De modo que para interactuar y expresarse (interna y externamente) se valdrá de dos instrumentos u órganos diferentes de expresión de voluntades: el administrador y la asamblea de copropietarios. El primero es un representante legal nacido por imperio de la ley (Art. 9º inciso "a" de la ley 13.512) que tendrá facultades suficientes para actuar en su nombre; ya sea respecto a las partes constitutivas o frente a terceros. El segundo, en cambio, es un órgano efímero y netamente sustancial, que se manifestará conforme a un orden del día específico y puntual, no pudiéndose tratar otra cosa que no sea lo previamente establecido, y pudiendo hacerlo de manera ordinaria o extraordinaria, de acuerdo a los instructivos de sus reglamentos. Vale decir que sin esa "cualidad" no se puede definir, por carecer de existencia material, la "calidad" de la expresión de voluntades. En otras palabras: la asamblea "canaliza" la intencionalidad colectiva en un solo acto (jurídico a la vez) pero no es una intención concreta y acabada, ya que cada vez que la asamblea se manifieste, el propósito será distinto y en muchos casos, hasta contrario a lo establecido con anterioridad. Ahora bien: "sin un propósito, no hay expresión de voluntades". Nadie convoca a una asamblea por el solo fin de convocarla o porque sí; ni por las dudas o al solo efecto de cumplir con los rituales que establece el reglamento de copropiedad y administración. Visto así, desde esta óptica, el administrador, cual chamán de esa tribu llamada "consorcio de propietarios de la calle tal", será el mediador (o "facilitador") entre lo inmaterial (el deseo o las necesidad consorciales como así también las obligaciones o requerimientos de terceros) y lo concreto y material. Vale decir que será quien permita modificar el ser al cual representa, por medio de su hacer, y este hacer, deberá estar sujeto al predominio de la "tendencia mayoritaria" de voluntades. El Mago como arquetipo En el Tarot, este rol de mediador o canalizador entre lo abstracto y lo concreto; entre la idea y la forma; entre el deseo y/o la necesidad de concretar, está representada por el arcano mayor Nº 1: El Mago. La concreción en cambio, está representada por otro arquetipo que trataremos más adelante. Vale decir que a través suyo, "la voluntad" propia o representada, habrá de canalizarse. Y esta voluntad será afín al propósito que se defina en cada circunstancia, ya sea que venga desde afuera (conforme a través de terceros o las propias leyes) o hayan nacido genuinamente del espíritu de una asamblea (el adentro). En términos generales, voluntad y propósito resultan sinónimos; pero en honor a la verdad, no lo son. Puedo tener voluntad de hace algo pero carecer de propósito al tener las ideas muy poco claras y definidas o simplemente, no tenerlas. También puedo carecer de la herramienta para concretarlas. Y así como la voluntad no es el propósito, no hay lo uno sin lo otro y ambos son funcionales entre sí y complementarios. Quien mejor lo expresó fue Luca Prodan, el fallecido líder del grupo Sumo, cuando escribió "no sé lo que quiero, pero lo quiero ya". Es decir que carezco de propósito, pero quiero que se haga mi voluntad, ¡y ya! En otras palabras, el administrador será el encargado de interpretar y darle sentido al deseo y/o necesidad de su representado (el Consorcio) que a la vez es la expresión de la suma de voluntades de las partes que lo componen (los copropietarios) en base a un objeto específico: la propiedad horizontal de ese (y sólo ese) edificio. En el Tarot, El Mago representa el nexo entre la nada (nihil) y el todo (omnes); entre lo aparente y lo real; entre lo que expresa el arquetipo de El Loco (cero o 22) y El Mundo (arcano 21). Este poder "divino" que posee El Mago en cuanto a "canal mediador", le confiere una responsabilidad "única" y muy particular. De allí que desde el punto de vista metafísico, los "malos administradores" estén representados por Shiva, la deidad hindú que encarna el arquetipo de la destrucción; y los buenos estén divididos en dos categorías: la brahmánica (del dios Brahma) que expresan "la creación" y la representada por Vishnu, el dios de la conservación de la energía y la materia. Canalizando lo que está, pero no se ve Muchas
veces suele suceder que un consorcio descubre un buen día que las cosas
no están yendo como ellos "creían estar anhelando". Entonces
algunos copropietarios comienzan una caza de brujas contra el
administrador y lo acusan por haberlos "defraudado", cuando en
realidad, lo que este canalizador hizo, no fue más que protagonizar el
lado oscuro del espíritu consorcial (arquetipo que ya veremos más
adelante). O sea que traicionó formalmente a su propio mandante; que no son los propietarios en sus cuotas parte, sino el mismísimo consorcio como un todo y que es más que la suma de las mismas. Pero eso es sólo en apariencia; ya que no hizo más que captar (sin saberlo) la vibración negativa del conjunto... y materializarla. En otras palabras: encarnó el papel satánico que en ese contexto histórico, por alguna razón que aquí no viene al caso, "el consorcio" estaba necesitando materializar y le tenía reservado. De la misma manera que a veces (más de las que aceptamos) un niño requiere experimentar, metiendo los dedos en el enchufe, el sentido de la vida. O un loco viene y mata, sin razón aparente, a un inocente. Otras, sucede lo contrario: el consorcio (como conjunto "mayoritario" de voluntades) tenía muy claro su propósito, pero no supo darse a entender o, lo más habitual, el administrador no supo encarnar correctamente su papel de Mago y todo terminó en un desastre. Al
respecto, existen (y en honor al sincretismo) tres tendencias bien
definidas en esa "mala capacidad de interpretación" nigromante,
por las razones que se detallan: a. El otro me dice "A" y yo interpreto "B"; b. El otro cree decir "A", pero está diciendo "B"; yo interpreto correctamente "B" y se me acusa de no haber interpretado correctamente la consigna ("A"); 2. Necedad administrativa (prevalece el interés personal del intérprete por sobre el colectivo): a. "Hice esto porque me convenía"; b. "Hice esto porque creí que les convenía". 3. Necedad corporativa (la mezquindad de la mayoría, determina el daño sobre el conjunto): a. Sobre el 100%, la mayoría no da quórum, y si lo da, no alcanza a dar mayoría especial para decidir sobre el particular, motivo por el cual el lenguaje de "lo no dicho" es interpretado por el taumaturgo como: "¡hágase su voluntad!"; b. Se decide por mayoría hacer "A", pero cuando el intérprete "ejecuta" correctamente la consigna (o está en vías de hacerlo), la propia mayoría se lo impide (doble discurso). Eso es desde el punto de vista "negativo" y se da más veces de lo que uno puede imaginarse. Y no sólo en el ámbito consorcial, sino en el orden de lo cotidiano. En cambio, cuando se trata del punto de vista "positivo", algunos administradores suelen encarnar tan bien su rol de "taumaturgos" y "actores" (dos arquetipos diferentes), que destruyen lo dañino para el consorcio; crean en beneficio de éste, y mantienen en buen estado, aquello que en calidad de guarda y representación le fue conferido. Se dice de estos administradores que son la clara expresión de la Trimurti hindú, que expresa los 3 principios de la existencia: creación, conservación y destrucción de la energía y la materia. De modo que la capacidad "mediúmnica" del administrador, encarnada por el arquetipo de El Mago del Tarot, será para bien o para mal del Consorcio conforme la decodificación del mensaje; sea este expresa o tácitamente dicho; y su materialización en actos. La ciencia como testigo Hace muy pocos días (4 de julio de 2012), algunos medios periodísticos nos informaban que en Europa, en el CERN acababan de descubrir el elemento quántico conocido (en la teoría hasta entonces) como el Bosón de Higgs (su enunciador, allá por 1964). Una partícula subatómica que tiene la cualidad de convertir la energía en materia; y cuya aplicación aún no está del todo definida. Vale decir que como El Mago, es intermediaria entre el aquí y el allá y actúa de puente entre lo subjetivo y lo objetivo; entre la idea y la materia. Concretamente, la teoría del "Bosón de Higgs", explica por qué el resto de las partículas elementales tienen masa. Es decir que si no la tuvieran, todas viajarían erráticamente por el universo a la misma velocidad de la luz. No habría condensación de la energía (materia) ni existirían los átomos, verbigracia: no existiría la vida tal como la conocemos. Salvando las grandes distancias y haciendo un claro sincretismo, el administrador es al Bosón de Higgs su exponente arquetípico; ya que como antes se dijo, es el encargado de materializar (en tanto es un canal como todo mago) la expresión de deseo o las necesidades de conjunto en actos concretos y relevantes; tengan éstos uno u otro significado. Los dos estados opuestos del arquetipo de El Mago En las tiradas del Tarot, algunas cartas (no todas) tienen dos posibilidades de significar algo; siempre y cuando aparezcan de pie o de cabeza. Si la carta aparece de pie, el arquetipo que representa estará siendo bien canalizado y las cosas irán viento en popa. El problema aparece cuando El Mago, por alguna razón, está expresando mal el arquetipo y trabaja en su contra. Si la carta sale parada (figurativamente hablando para nuestro caso), tendremos que ese canalizador está expresando bien la concreción, el entendimiento entre las partes, la transmutación, la expresión de la voluntad colectiva, el espíritu creativo, la capacidad de ejercer sabiamente el poder conferido desde arriba (leyes, reglamento, asamblea, etc.) para ponerlo a disposición de los de abajo: los consorcistas. Pero si sale invertida, tendremos que el administrador está obrando con negligencia, con absolutismo, no está sabiendo interpretar el deseo o la necesidad de quienes le confirieron el mandato, y se ha convertido en una oscura figura de poder. También
puede ocurrir que esté expresando indecisión (propia o de los mismos
consorcistas), incapacidad, ineptitud, o miedo de experimentar o probar
cosas nuevas o de atreverse al cambio. De modo que no siempre la culpa de que las cosas no se concreten serán del administrador, por lo cual las partes que le confieren mandato y conforme a un todo (el consorcio), deberán rever cuál es el verdadero propósito y "cuánta" es la voluntad "real" de concreción para que el administrador, en tanto expresión del arquetipo de El Mago, lo canalice. En muchos consorcios, suele ocurrir que "entre pasillos", todos parecieran tener un mismo propósito; pero a la hora de la verdad, conforme no dan quórum para sesionar o no cumplen con las mayorías específicas para canalizar sus deseos, la capacidad de concreción hará aguas y el barco seguirá a la deriva, o se hundirá cada vea más, en las profundas y confusas aguas de Neptuno, el arquetipo de lo profundo y lo confuso.
--- Este texto no ha sido corregido por la redacción a pedido del autor |
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