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Curso de sueldos para Propiedad Horizontal

Curso/taller de Liquidación de Sueldos General


Adm. Gustavo Karcher.

Adm. Gustavo Karcher.

Correo de Opinión

El universo consorcial visto desde la óptica del Tarot por el Adm. Gustavo Karcher

En esta entrega presentamos la segunda parte del 4º de los 22 Arcanos Mayores del Tarot y su significado arquetípico en relación a la propiedad horizontal.

El Emperador (Arcano Mayor IV) Parte 2

El líder, no es el héroe

Dice un viejo adagio que "nadie se hace líder, líder se nace". Es decir: hay que tener pasta de líder. Y por traslación, se lo aplica respecto al heroísmo. Pero esto último, es una de las fábulas más viejas y patanes de la historia; porque el liderazgo es algo que se sostiene sobre sus propias piernas en tanto el heroísmo no.

¿Por qué? Porque en todo caso, el heroísmo obedece a distintas circunstancias: se es héroe por elección; por mandato; accidentalmente; por imposición (a los palos); y hasta inclusive sin notarlo. Es más: hasta se da el caso de quienes pretendiéndose auténticos héroes, no son más que figurillas de barro; o su heroísmo, sujeto a lo circunstancial, no es más que una lluvia pasajera. En tanto el líder, es líder todo el tiempo.

Sin embargo, pueden darse casos en donde liderazgo y heroísmo pueden cabalgar juntos por una misma causa, lo cual no significa que siempre permanecerán juntos hasta la muerte del protagonista. Como ejemplo tenemos el caso de Fidel Castro en donde líder y héroe son una sola figura, en contrario al Che Guevara que confundiendo heroísmo con liderazgo, marchó sólo hacia su propia muerte. Otros casos singulares fueron Belgrano y San Martín, que murieron en plena miseria, destierro y soledad; o el propio Bolívar que trascendió la propia gloria del héroe del caballo blanco y aún guarda vigencia.

La corriente del pensamiento positivo en cambio nos enseña que todos nacimos para triunfar; todos somos líderes naturales; y dentro de cada uno de nosotros, hay un rey que espera por ser coronado. Es posible, pero la propia vida se encargará de frustrar esas "tendencias" naturales como parte del principio de regulación de las especies. Y esto es así porque de lo contrario, todos seríamos caciques; no habría indiada; sin indiada no habría tribu; y sin tribu... no habría manifestación del ser.

Así que el liderazgo, mal que nos pese, es un asunto serio. Muy serio. Tan serio como el heroísmo.

El Administrador como líder natural del Consorcio de Propietarios

Para la ley 13.512 sancionada en 1948 —y que diera principio legal a la propiedad horizontal en la Argentina—, existen dos tipos de administradores. Y así lo da a saber en el inciso "a" del Art. 9º que indica que después de la constitución del Consorcio de Propietarios, éstos deberán redactar un reglamento de copropiedad y administración dentro del cual, obligatoriamente, deberán designar un representante de los propietarios (entendido como Consorcio y no como entidades individuales o colectivas), "que podrá ser uno de ellos o un extraño, con facultades para administrar las cosas de aprovechamiento común y proveer a la recaudación y empleo de los fondos necesarios para tal fin".

Vale decir que aquí hay una alquimia legal en donde en primer término el grupo de individuos sujetos a la 13.512 desaparece jurídicamente como grupo humano en sí, y se constituye en un sujeto ideal, llamado a partir de entonces: "Consorcio de Propietarios", que en otro sentido, es más que la suma de las partes y como tal, representa el espíritu de la tribu, mas no la tribu misma, el propio grupo. Con derechos, obligaciones, y personalidad limitada; pero sujeto al fin.

De modo que así sea uno de ellos o un extraño (según la ley); gratuito u oneroso (según el Art. 1871 del Código Civil), el representante de ese grupo constituido como Consorcio, será tanto administrador como representante, y como tal, el legítimo líder de la manada; siempre, dentro de los límites que le impondrá su mandato.

Y he aquí donde el arquetipo del Emperador, que es lo que justifica este artículo, cobrará su mayor relevancia, porque además, no sólo es el representante del Consorcio sino, invirtiendo la carga de la prueba, "el Consorcio representado". Y subsistirá como tal, siempre y cuando el elegido, tenga pasta de líder, y sea fiel a la manada.

El Emperador como arquetipo

En el Tarot, El Emperador representa la conjunción de una serie de cualidades comunes entre sí, como: máxima autoridad, protección, valentía, lucidez, don de mando, comprensión, equidad, justicia, preservación, solidez, capacidad mental, poder, severidad, bondad, bienestar general, consolidación, lealtad, planificación, estrategia, capacidad ejecutiva y representación, flexibilidad y dureza también, según sean las circunstancias.

No por casualidad se equipara al Administrador de Consorcio con un Gerente General, un Director de Orquesta; un CEO (Chief Executive Officer); un Cacique; un General de Infantería; etc. Vale decir que todos ellos son puestos de poder y liderazgo.

Un buen "Emperador" tiene que estar más allá de sus propias apetencias personales y pareceres, debiéndose en todo caso a su propio mandato, y cuidándose de no traspasar los límites de lo mandatado, ya que él representa al pueblo en calidad de mandate.

Es más: para los países que aún conservan espíritu monárquico, el Rey o Emperador simboliza la conjunción del cielo (Dios) y la Tierra (el Pueblo). Vale decir que es una representación sincrética del poder omnímodo.

Pero en cuanto a lo que atañe (y a efectos de representación y liderazgo), el Administrador —como mandatario— lo vemos claramente reflejado en nuestro Código Civil argentino, dentro "De las obligaciones que nacen de los contratos" (Libro Segundo – De los Derechos Personales en las relaciones civiles – Sección Tercera).

De modo que así fuese por orden natural, divino o en base a convenciones, el Emperador como arquetipo es la genuina representación del propio imperio que descansa en el pueblo que le da sustento fáctico (recordemos que sin indios no hay tribu, y sin tribu no hay caciques).

Aspectos arquetípicos del Emperador

Uno de los principios rectores del buen Emperador en su condición de líder, es evitar todo tipo de extorsión o manipulación (interna o externa) que condicione el ejercicio de su poder.

En términos concretos, el Emperador debe saber que aunque no lo parezca, siempre estará solo. Saber que nunca habrá de "creérsela". Y que nunca deberá confiarse a la suerte, la improvisación, promesas y juramentos, pactos y bendiciones de nadie.

También deberá saber que aún contra su voluntad, deberá contar con un grupo de "confiables" que en todo momento y bajo cualquier circunstancia deberán probar la entereza de su lealtad y demostrar bajo cualquier circunstancia que son dignos de fe, respecto a su soberano. En nuestro caso, el Consejo de Propietarios o quienes de una u otra manera los representen.

El buen Emperador nunca deberá olvidar la máxima que dice "a rey muerto, rey puesto". Esto es: que nadie es imprescindible en la vida; que uno está ahí en donde está, porque ahí debía estar; y su imperio durará tanto como dure su rectitud, la fe que sobre él proyecten sus depositantes, y proyecte sobre sí mismo el propio líder.

Un buen Emperador no puede ni debe tener zonas oscuras. Debe ser transparente frente a sus representados: sea que represente al pueblo, a la corona, al mandato, al Cielo, a la Tierra o a sí mismo.

Si es fiel a sus objetivos y logra compenetrar al resto de dichas finalidades, gozará de honores y prestigio. Entendiendo, eso sí, que el más inútil o imbécil de todos, puede el día de mañana ocupar su cargo, inclusive, mejor que él si cubre las expectativas de quienes le otorguen su mandato; porque más allá de las bondades y virtudes, (también) es un blanco de proyección, el centro de las expectativas populares, independientemente de las propias mayorías y minorías, bandos encontrados, o sistemas de alianzas.

De modo que, a sabiendas de que nunca podrá conformarlos "a todos", deberá hallar el modo de hacerlo con respecto a unos, negociar o engañar a otros, evitar que se polaricen, y que todos sumen en vez de restar, siempre en razón "del propósito"; que no es el propio de sí o él mismo, no es el de la suma de pobladores conformado en pueblo ni la propia corona, sino aquel que está más allá de las expectativas de todos, incluyendo, sus propias expectativas. Y este propósito, por ser de carácter subjetivo y trascendental, es el más difícil de captar, comprender, hacer comprender y alcanzar.

También deberá aprender a ser absolutamente reservado. Que su mando izquierda nunca sepa lo que hará su mano derecha y viceversa, pero que ambas hagan lo que le dicte el corazón, y la razón —conforme a la voluntad— siempre lo acompañe.

Como líder, nunca deberá confiarse en que los demás le proporcionen "gratis" lo que necesite para la ejecución de su mandato; ya que todo humano siempre anhela algo (dinero, especias, favores, reconocimiento, afecto, etc.), y nadie da nada a cambio de nada; pero no por ello deberá subestimar la idea de crear, fomentar y sostener sistemas de alianzas con los propios y terceros.

Además, un buen Emperador deberá aprender esta máxima y explotarla hasta el extremo: "todos los seres humanos necesitamos un enemigo y un aliado para justificar nuestra existencia". Y allí donde ninguno o cualquiera de los dos existan, alguien deberá inventárnoslo para que nuestras instintivas pasiones, se encuentren siempre en paz y no las proyectemos en el sujeto equivocado o contra sí mismos.

Tampoco el líder deberá buscar el elogio, la aprobación o la simpatía de los demás. En otras palabras: no hacer para que los otros hagan sino porque siempre ha de hacerse lo correcto —e independientemente de lo que piensen, sientan u opinen los demás— "porque había que hacerlo".

Otro de los deberes importantes del buen Emperador, es saber negociar. Con sí mismo ante todo, lo imponderable, los suyos, los rivales de sus allegados y los de su propio pueblo. Procurando siempre ser un guerrero de la paz, luchando a brazo partido para mantener el orden, reestablecerlo si se desequilibra, y procurar el bienestar general y la armonía de conjunto.

También, como soberano, deberá saber beneficiar a todos, equitativamente y conforme a sus esfuerzos, separando en todo momento los asuntos personales de lo meramente profesional.

Aspectos negativos del Emperador

"No es oro todo lo que brilla" dice la máxima. Vale decir que uno no debe dejarse llevar ni por la codicia o las posiciones de poder que ha alcanzado. No es cierto que el poder envilezca, lo que hace es poner en evidencia a aquellos que ya nacieron con cierta propensión a lo vil; salvo que nunca tuvieron la oportunidad de mostrar la hilacha.

Ni "todo lo que zumba o ruge, pica o muerde, representa un potencial peligro o puede resultar dañino". El tábano pica y deja sus ronchones, pero nos mantiene despiertos, alertas, y estimula nuestra imaginación para librarnos de él.

Así el buen Emperador deberá procurar no perder la cabeza ante el constante aguijoneo de sus detractores y soportar sus críticas, con o sin fundamento; ya que lo único que pretenden, "siempre", es sentarse en el trono que ahora él ocupa; o "joder" por el sólo hecho de "joder". De modo que ante el asecho, deberá aprender a ser un buen asechador, o perderá la corona, los estribos, y hasta la cabeza.

Aquel que no entienda que la vida es un péndulo, un diástole y un sístole, que todo lo que va debe regresar, y todo lo que sube siempre baja; aquel que se confíe a su suerte o a la virtud de sus dones, tarde o temprano comprenderá que "cocodrilo que se duerme, es cartera" y que "una simple billetera, siempre mata al galán".

Entre el tirano y el justo, hay un límite muy delgado que separa el exceso de poder de la justa administración del mismo. Quien bien gobierna, no tiene necesidad de caer en la tiranía. Y quien recurre a estos extremos, es porque su estrella interior ya se ha apagado, dejando entrever no más que estertores de un pasado que ya no es.

A veces el Emperador debe ejercer el poder con mano dura, pero siempre deberá cuidarse de no caer en el despotismo o la tiranía. El problema es que a veces (y más de las que uno pudiera imaginarse), el poder hace sentir una sensación de infinita omnipotencia del cual difícilmente quepa un natural retorno, ya que la desdichada víctima se comparará con el arquetipo de Dios, y hasta pretenderá destronarlo en su loca fantasía omnipotente.

Los roles como parte de un propósito

Resumiendo, el arquetipo del Emperador no es el del liderazgo en sí como cosa del poder, sino más bien un todo que representa el "rol de liderazgo". Es una investidura que —más allá de elecciones personales, destino o azar— uno (Emperador o Administrador) debe asumir y protagonizar con el objeto de liderar el destino de "algo" (Pueblo o Consorcio) que encarna a "alguien" (pobladores o consorcistas) en pos de algo de mayor envergadura: "el propósito". Modificando —por las propias circunstancias—, la propia vida de mandante y mandatario; y haciendo del propósito general "su propósito" y razón de vida.

El propósito lo es todo. Sin propósito no hay objeto de mandato; no hay mandante; ni mandatario. Y así como todo en la vida, hay propósitos universales, particulares y singulares. A mediano y largo alcance. Propósitos planificados, fijos, adaptables y hasta ad hoc; inteligentes y verdaderamente estúpidos. Pero todo lo singular hace a lo particular y todo lo particular hace a lo universal; que en este caso no es otra cosa que la adaptación para la conservación de la cosa sobre la cual descansa la razón de ser del mandato, para y por la supervivencia.

Así, y en definitiva, fuere por la razón que fuese que a uno se lo impuso en el máximo trono, nunca deberá olvidar que al fin de cuentas, todo cargo o rol en la vida, siendo que es accesorio y finito, tarde o temprano caerá; ya sea por coerción o por su propio peso. Y que lo único que nos sobrevive, es la obra que dejamos. Independientemente de que podamos verla en vida, o sea la propia Historia quien enhebre las cuentas sueltas del destino, para mostrarle al mundo el veredicto a modo de collar, del verdadero propósito por el cual hicimos lo que hicimos, y el efecto que a futuro causará sobre los que resta por venir.

De modo que la pregunta final habrá de ser entonces: ¿actuaremos desde la propia conciencia de ser conforme a lo mandatado, o lo haremos como meros muñecos del destino, improvisando irresponsablemente porque la corona que nos tocó en suerte nos resultó un tanto holgada, o porque todavía no nos dimos por enterados del rol que estamos protagonizando?

Ese es el destino del Emperador, y por similitud en la jerarquía y el gerenciamiento, el del Administrador de Consorcios de propiedad horizontal.Envíe desde aqui su comentario sobre esta notaVolver al indice

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Este texto no ha sido corregido por la redacción a pedido del autor

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