Estimado
Sr. Director:
Sobre
el proyecto de Facundo Carrillo, reflexionando sobre los acontecimientos
que son de público conocimiento, se me ocurrió pensar que Consorcio
Participativo, más que un logro es la consagración de un terrible y
estrepitoso fracaso.
¿Qué
fracaso? Se preguntará Ud.
El
fracaso del Gobierno de la ciudad más importante del país en controlar
un puñado de administradores. No importa si son 5 mil, 6 mil u 8 mil.
Si
el Gobierno local no puede hacer cumplir una ley de 22 artículos que
hicimos los vecinos junto a Sergio Abrevaya y fue votada por los
legisladores por unanimidad, ¿cómo hace para controlar los ascensores,
los matafuegos, las instalaciones fijas contra incendios, las cornisas y
los balcones? ¿O no los controla?
¿Cómo
hace para controlar la policía local, los bomberos, los hospitales, el
SAME y las escuelas?
¿Cómo
hace para controlar el tráfico?
Las
autoridades del Registro Público de Administradores no saben cuántos
administradores hay en la CABA. Apenas si pueden balbucear algunos
números sobre la cantidad que están regularizados pero para encontrar a
los otros 2 mil que parece ser que les faltan deben gastar 20 millones de
pesos a razón de 10 mil pesos cada uno.
Se
complican a la hora de tomar denuncias, se enredan en esas mediaciones que
se inventaron, cuando por fin multan a alguien éste apela a la Justicia y
otra vez se quedan sin nada. Al pobre "gil" que se anotó y
presenta las declaraciones juradas todos los años le aplican multas
siderales, impagables y confiscatorias por faltas técnicas aunque no
hayan derivado en daño al consorcio mientras que el que no está
inscripto puede seguir haciendo de las suyas.
No
es la Ley 941 ni su decreto reglamentario, son los funcionarios de la
Ciudad los que fracasan una y otra vez en cumplir y hacer cumplir las
leyes.
Entonces
inventan nuevos y sospechosos libros obligatorios que se venden a precios
exorbitantes, inventan máscaras de humo también obligatorias, inventan
aplicativos para confeccionar las declaraciones juradas que nunca terminan
de funcionar bien.
Cuando
eso fracasa derogan todos los libros inventados e inventan uno anual
que... ¡¡¡ se escribe a mano ¡!! Sí... en pleno siglo XXII, ¡¡¡ se
escribe a mano ¡!!
En
un arranque de creatividad a alguno se le ocurre que la solución está en
derogar la ley que crearon los vecinos y propone que le entreguemos los
consorcios al sindicato y sus amigos para que los administren ellos. Como
la locura ya alcanza el paroxismo esa idea se cae pero al legislador que
la propuso se le otorga un puesto para "pasar el invierno" o
como leí en alguna parte para que pueda "atravesar el
desierto".
Y
siguen: hacen blanqueos, prórrogas, sacan más libros y finalmente a
algún otro iluminado se le ocurre que la solución de todo es hacer un
gran programa, un mega programa, un super programa que haga todo: liquide
expensas aunque bueno... sueldos no haría (es mucho trabajo) e
impresiones tampoco y eso, de tan loco que es, ni se me ocurre por qué.
Lo
que los iluminados no pueden prometer que los dos mil desaparecidos en
acción ahora vayan a aparecer porque lo que antes hacían "en
negro" seguirá así.
Y
así estamos. Mientras tanto, las expensas suben y suben.
Pensar
que todo lo que se necesita es un par de funcionarios serios,
responsables, honestos y trabajadores que hagan lo que juraron hacer:
cumplir y hacer cumplir con las leyes vigentes.
Eso
es todo lo que hace falta
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Sr.
Juan Mauricio Araujo
( 20/12/2017) |