La
codicia y la guerra
Cuando
una persona posee riquezas materiales naturalmente despierta la envidia y, en
algunos casos, la codicia de los demás.
Como en la mayor parte de las
generalizaciones esto no siempre se cumple. Hay quienes no albergan en su alma
ni codicia ni envidia. Pero hay otras que sí, y la historia de la humanidad es
el relato secuencial de las diferentes guerras y maniobras políticas que
hicieron los pueblos y los países, para quedarse con los territorios y las
riquezas naturales de aquellos que no estaban en condiciones de defenderlas.
El verdadero poder no se sostiene
con palabras vacías, debe estar soportado por riqueza concreta y real, siendo
la guerra una forma de conseguirla.
Así fue que las guerras comenzaron,
en sus orígenes, haciéndose con piedras y palos; más tarde con espadas; luego
con arcos, flechas y armaduras; en tiempos posteriores con pistolones, fusiles y
cañones; ya en este siglo fue con ametralladoras, tanques, y misiles. Hoy, en
la cúspide del desarrollo tecnológico, con satélites, computadoras
sofisticadas y bombas nucleares que son capaces de evaporar el mundo entero.
Pero lo que produjo el verdadero
cambio en la forma de hacer la guerra no fue ninguno de estos avances bélicos.
Fue la imagen. Cuando la televisión, a través de los satélites, transmite a
todo el mundo la carita de una niña herida por las balas del conquistador, lo
coloca a éste en una posición sumamente incómoda, le resta parte de la
legitimidad que pudiera haber conseguido y puede llegar a poner en riesgo el
total de su campaña. Tampoco es el caso de que las riquezas que trata de
conseguir terminen valiendo menos que los costos que tenga que afrontar. Es así
que, desde la segunda guerra mundial, las guerras militares de conquista son
cada vez menos y las pocas que se inician terminan en fracasos.
Pero eso no quiere decir que las
guerras terminaron, simplemente se hacen de otra manera. Más sutil, más política,
presentando una mejor imagen... La codicia, la ambición y el ansia de poder no
desaparecieron de la condición humana.
Días pasados, mientras viajaba por
la ruta cruzando el campo a comer un asado en casa de amigos, reflexionaba que
la Argentina es un país con inmensas riquezas naturales y debe haber despertado
la codicia de mucha gente. El petróleo, los minerales, la tierra fértil y una
poderosa clase media que supo consumir gran cantidad de bienes y servicios son
potenciales riquezas que pueden producir miles de millones de ganancia por año
a aquellos que estén en condiciones de poder explotarlas.
Tal vez con estas ideas en la cabeza
los ingleses intentaros sus dos frustradas invasiones. Pero mucho antes los españoles
a sangre y fuego “conquistaron” estas tierras a los indígenas.
Mientras el coche devoraba los kilómetros
entre las vaquitas dispersas en la pradera limpia por las últimas lluvias, bajo
un cielo claro, comencé a tener la sensación, escuchando el resumen de las
noticias de la semana, que estábamos en guerra.
Para que esto sea posible debe haber
contendientes y en esta guerra hay uno que posee grandes riquezas y dos
potencias que las codician. Si bien los intereses de cada bando están
disfrazados de “conceptos” y “corrientes” de pensamiento económico,
cada uno de ellos defiende el interés de uno de los grupos envueltos en el
conflicto. Hay campañas periodísticas que defienden una postura u otra (los
soldados combatientes). Hay muertos por falta de insumos médicos, pobreza y
alimento (las víctimas). Hay políticos corruptos que traicionando los
intereses de su nación votan leyes tratando de convencernos que nos convienen
(los traidores y los espías). Hay gente que sin recursos sale a ayudar a los
demás con actitudes solidarias o mantiene su emprendimiento comercial a pulmón,
sin ayuda de nadie, dando trabajo a aquellos que puede (los héroes que hacen más
allá de su deber). Hay gente que dice que es mejor rendirse porque así vamos a
pasarla mejor, que tal vez el enemigo nos tenga piedad (los miedosos y los
cobardes).
Aquel que
leyó algo sobre la invasión de los nazis a Francia durante la Segunda
Guerra Mundial, verá que todos estos arquetipos humanos estaban representados.
El General Pétain entregó Francia a los alemanes y desde la ciudad de Vichy
dirigió un gobierno colaboracionista y obsecuente con sus exigencias,
combatiendo a los partisanos que, por ese principio de morir antes que de ser
esclavos, lucharon y murieron hasta el final de la guerra coordinados desde el
exilio por el general Charles De Gaulle.
Mientras pasaba un camión con
ganado, pensaba que un pueblo que no sabe unirse para defender lo suyo, no
merece conservar lo que tiene. Si alguien piensa que dirigidos por un extranjero
(como algunos propusieron y hasta hubo quien se ofreció) vamos a tener un
destino superior al que se le otorga a un pueblo vencido, se equivoca. Nadie
respeta ni tiene piedad con los perdedores, a lo sumo se les tiene lástima.
Tal vez sea el momento de olvidarnos
de las mezquindades que tenemos entre argentinos, de unirnos en el amor a
nuestra tierra y a nuestra gente que en este momento la está pasando muy mal.
Tal vez sea el momento de comenzar a pensar que un plan de gobierno no puede ser
un “mangazo” a un banco (o un grupo de bancos) extranjeros. Que llegó el
momento de madurar y empezar a pensar en generar nosotros nuestra propia
seguridad económica y bienestar. Tal vez sea una de las últimas oportunidades
que nos quedan para rescatar nuestra dignidad y orgullo y ponernos a trabajar en
serio para armar un futuro material propio basado en otros valores éticos.
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