El
nuevo mapa político
La
guerra fría
La
flamante Ley de Registro Público de Administradores destruyó viejos mitos y
desnudó el nuevo mapa político de la comunidad consorcial.
Mientras
se disipa el humo de los cañones, se levanta la niebla que cubrió el campo de
batalla en la Legislatura Porteña y los combatientes se reponen de sus heridas,
con más calma,
se puede comenzar a analizar cuáles fueron los mitos sobre los que
históricamente se basaron todos los análisis sobre este sector, dónde se
produjo la fractura, cuáles son las nuevas fuerzas en juego y quién es el
verdadero ganador de este mercado cautivo.
Los
viejos mitos
Siempre
se supuso que el conflicto real y de fondo en la vida consorcial era sólo entre
administradores y propietarios.
En
principio los propietarios creían que los administradores tenían el poder
total y absoluto y ellos que estaban totalmente indefensos e impotentes para
proteger sus derechos. Cuando se hablaba de los administradores se lo hacía
diciendo "ellos" como si fueran una fuerza sólida y homogénea.
"Ellos" estaban agrupados en cámaras, asociaciones y uniones y,
ayudados por un ejercito de profesionales, perpetuaban su incólume poder.
Por
su parte el mito instalado entre los administradores era que los propietarios,
para luchar contra sus supuestos opresores, les hacían "piquetes",
agitaban a los vecinos, pedían auditorías y se auto-convocaban en
asambleas imprevistas con la aviesa intención final de removerlos.
Exponente
de estas dos posiciones extremas y encontradas eran la Fundación Reunión de
Administradores (FRA), presidida por el Sr. Jorge Hernández, y la Asociación
Civil de Defensa al Consumidor de Bienes y Servicios para la Propiedad
Horizontal (ADEPROH), con la Sra. Marta Oliva como su representante máxima. Esta
dos instituciones cruzaron espadas verbales por cuestiones de fondo y a veces
personales en más de una ocasión, inclusive, a través de nuestro medio.
Si
bien estos eran los dos extremos, más cercano a los medios, del lado de los
administradores, existían la Cámara Argentina de Propiedad Horizontal y
Actividades Inmobiliarias (CAPHyAI), la Asociación Inmobiliaria de Edificios de
Renta y Horizontal (AIERTH), la Unión de Administradores de Inmuebles (UADI) y
otros cámaras menores. Estas no tenía una participación tan combativa, eran
mucho más conservadoras, no buscaban protagonismo mediático y, en general,
trataban de eludir los debates abiertos.
Del
lado de los propietarios existía una poco conocida organización que asesoraba
a los consorcistas con problemas legales. Si bien tenía un grado alto de
exposición mediática, su discurso era equilibrado y contemporizador.
Tanto Página 12 como Clarín y La Nación gustaban de levantar la opinión del
Dr. Osvaldo Loisi de Liga del Consorcista cuando trataron temas que tocaba
asuntos relacionados con la administración de consorcios.
Así
pensamos todos que era durante los últimos años.
Sin
embargo algunas escaramuzas relacionadas con cuestiones conceptuales de fondo,
que se desarrollaron en el seno del Subcomité de la Administración del la
Propiedad Horizontal de IRAM, hicieron pensar que tal vez esto no fuera tan así.
El tratamiento de la Ley de Registro de Administradores desnudó la fuerza real
que se escondía detrás de cada uno de los actores en conflicto.
Sin
pretender cambiar los sistemas existentes.
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La
nueva fuerza y la fractura interna
La
idea de que los propietarios estaban todos unidos bajo una sola bandera, con una
sola idea, en una sola acción resultó falsa. El apoyo de la Liga del
Consorcista a la Ley del Registro de Administradores y la oposición tenaz de
ADEPROH marcó una fractura fuerte en el seno de los propietarios. Estas dos
fuerzas, importantes y conceptualmente diferentes, representaban un potencial
mercado político de dos millones de votantes y quedó en manos de los
legisladores, como el fiel de una balanza, el decidir de qué lado estaba la
capitalización de esa fuerza.
Aquí
se puede entender la lid desde el punto de vista ideológico o institucional.
ADEPROH llevaba todas las de ganar. Era la organización más antigua, más
combativa, más temida y más conocida. Liga del Consorcista, si bien
tenía buena prensa (que a ADEPROH no le faltaba) no era tan conocida y su
nombre no se escuchaba tan a menudo en los corrillos consorciales. Desde las
ideas rectoras la institución que dirige Marta Oliva promueve la autogestión
de los consorcios en la idea de que nadie mejor que los propios interesado para
llevar con transparencia la cosa común. Mientras que el Dr. Loisi, sin
pretender cambiar los sistemas existentes, rogaba por un mejoramiento firme,
gradual y constante.
Los
momentos más dramáticos que sucedieron en la Legislatura para estos dos
protagonistas, fueron probablemente cuando aquellos que leyeron el mapa
político de la Ciudad de Buenos Aires intentando interpretar la voluntad de los
votantes, desequilibraron estas fuerzas. Sólo la diputada Oyhanarte (Bases y
Puntos de Partida) que representa apenas dos votos en su bloque, levantó la
bandera de ADEPROH. Mientras que la de Loisi la levantaron tanto el Bloque
Justicialista, como la UCR, el Frente Grande, el ARI, los partidos
socialista y gran parte de la izquierda que así, en definitiva, dividió las
voluntades entre virtuales progresistas y conservadores.
Los
legisladores se saben ganar el sueldo y el que no sabe leer y sumar a la larga
se tiene que ir. La sumatoria de los 31 legisladores multiplicado por sus
aproximadamente 33 mil votantes que serían propietarios favoreció, a la hora
de decidir, a la Liga del Consorcista del Dr. Loisi.
La
capitalización de un mercado cautivo
Este
cuentito es, en realidad, cosa del pasado. Con un poco de imaginación podremos
aventurar que la Dirección General de Usuarios y Consumidores del Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires, que será el encargado de la reglamentación y
cumplimiento efectivo del texto de la Ley, monopolizará naturalmente todos los
reclamos de los propietarios. No queremos entrar en discusión aquí sobre la
posible parcialidad o no de este organismo a la hora de llevar el control del
flamante registro. Sólo queremos llamar la atención sobre el ingreso de una
nueva fuerza en defensa de los propietarios. Imaginamos que naturalmente un
consorcista ante la necesidad real o no de ayuda buscará en el Estado, que ha
creado un ámbito gratuito y abierto, la solución a sus inquietudes. Esto
probablemente reste fuerza a aquellos que en este momento, desde sus ideas y
posiciones, cumplen con estas funciones. Por otra parte los legisladores al
obligar al administrador a acreditar su registración sabían lo que hacían. Le
están obligando al administrador a informar que existe un nuevo espacio donde
pueden dirimir los conflictos consorciales. Ninguna asociación o liga o
fundación dispone de los fondos necesarios para semejante campaña de
difusión.
Es
de esperar que sabiendo que este órgano maneja un mercado potencial y cautivo
de 2 millones de votantes no sea utilizado con fines políticos o electoralistas
si bien el ejecutivo, en sus necesidades inmediatas, podrá capitalizar el
esfuerzo realizado.
A
la hora de las definiciones no fue acompañado.
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La
guerra fría
Ante
la aparición de un enemigo externo que llama al combate hay que mostrar (sin
quedar ninguna otra alternativa) las armas. De los siete legisladores que
salieron a pelear (Los siete samurais) el
más valioso desde el punto de vista retórico era, sin lugar a dudas, el liberal
Crespo Campos (UCEDE). Si bien su fuerza política se reduce a un sólo voto
puso en jaque con sus dudas, acusaciones e inteligente retórica el éxito de
todo el proyecto. Arrastró a Carlos Campolongo (Justicia Social) a su terreno
de sospechas y puso así en peligro a todo el proyecto influenciando a los
votos de la izquierda y posiblemente fracturando al mismísimo
bloque Justicialista (16 votos). Quizá la coalición tenía un par de
armas secretas que no habían figurado en ninguna oposición escrita pero que a
último momento podía llegar a torcer la votación misma porque su fuerza
numérica representaba una cantidad muy importante de votos. Las presiones que
se movieron fueron muy grandes y el par de promesas dadas no fueron tan fáciles
de cumplir. De todos modos frente a la fuerza que se alineaba detrás de liga
del consorcista, sólo unos pocas bancadas unipersonales pudieron dar combate.
En
una segunda lectura llamó la atención que el administrador Jorge Hernández,
que fue quién más luchó por el interés común de los administradores, a la
hora de las definiciones, no fue acompañado. Teniendo en cuenta que, tanto los
dirigentes de la Cámara como la UADI y CADAPH, adhirieron con sus firmas a la
oposición del proyecto, a la hora de sumar voluntades y hacer presión en la
Legislatura en pos de un triunfo de sus intereses no estuvieron presentes.
Así y todo, sin el apoyo visible de sus aliados, el presidente de Fundación
ganó un par de batallas. Consiguió que se retirara del proyecto el tema del
seguro y se modificaran algunos otros. Quedando en el aire la duda de qué
hubiera pasado si todos los actores del sector se hubieran interesado por las
angustias y preocupaciones de aquellos a quienes representan, haciéndose
presente su presión en el Recinto como una fuerza homogénea.
Si
bien las asociaciones que nuclean a los administradores estaban en contra del
registro, en los diferentes medios y en la boca de la mismísima Sandra Dosch se
escucharon voces de entre ellos que estaban apoyando el proyecto. En este
sentido fue la opinión de buena parte del Consejo Profesional de Ciencias
Económicas y otros administradores independientes.
En
resumen se puede apreciar en este sector una división no sólo vertical entre
las diferentes asociaciones sino también horizontal entre sus propios
integrantes que se enfrentan con diferentes soluciones a los problemas que los
aquejan.
Los
próximos tiempos
Tal
vez esta crisis abra el camino a nuevos horizontes a aquellos que sepan verlo.
Un legislador, en parte de su alocución, le dijo a todos los actores, tanto
propietarios como administradores, que no todo estaba perdido: Les dejaban en sus
manos, entre otras cosas, la capacitación. ¿Qué hubiera pasado si el Estado, a
través de la Legislatura, la hubiera monopolizado?
Como
última reflexión es totalmente incomprensible que a estas asambleas
legislativas que trataron la problemática de 6 mil administradores, casi 2
millones de propietarios y decenas de miles de encargados asistieran solo un
puñado de luchadores que se interesaron por los destinos de los intereses que
representaban.
Los
demás, leyendo los diarios, harán lo que los argentinos hacemos desde que
tenemos memoria: quejarnos amargamente
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